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Entrevista de Javier Valdez (Río Doce: http://www.riodoce.com.mx/content/view/4925/40/)

 a Rossana Reguillo(Versión completa)


JV¿Qué opinas de la entrevista que le hizo el periodista Julio Scherer a Ismael Zambada, El Mayo, tomando en cuenta que este narcotraficante se ha caracterizado por mantener un perfil bajo, que no le gusta aparecer en los medios informativos y además no es usual que los capos promuevan o busquen estos eventos?

RR: Es un asunto tan complejo como fascinante, no por la pieza de Scherer en sí misma, sino por la intensa discusión que ha desatado que desborda el espacio de la “opinocracia” centralista de este país. Hay varias facetas del tema que son muy importantes. En el plano formal, más que una entrevista es la constancia de un “encuentro insólito”, como bien titula Proceso su reportaje, es decir, no se trata propiamente de una entrevista sino de un conjunto de “declaraciones” de Zambada; él mismo le dice al periodista “otro día”, ante la insistencia de Scherer que se declara en ese momento “ya debilitado”. Del contenido de estas declaraciones dos asuntos me parecen relevantes, de un lado, la sentencia pronunciada por Zambada: esta guerra está perdida. Y de otro, lado, la constatación del enorme poder tanto real como simbólico de estos “personajes”. En el primer caso, la sentencia es contundente y anuncia de manera clara que el narco no está dispuesto a replegarse, lo que constatamos cotidianamente a través del llamado “ejecutómetro”; no hay en Zambada ni un solo atisbo de duda, no le “tiembla la mano” y al parecer tampoco la voz, para afirmar que somos una narcosociedad cuyas piezas se van “reciclando” según se va necesitando (es decir, a la caída de cada capo le sigue su relevo). Se trata más de una calmada afirmación que de un aviso o amenaza o, dicho en términos de la teoría de los actos de habla de Austin, de un enunciado “performativo”, es decir al hablar se realiza, se lleva a cabo con palabras. En lo referente al poder, tanto las circunstancias del encuentro, como la narración que hace Scherer, no dejan lugar a dudas. No hay en ningún momento “elegibilidad” para el periodista, ni siquiera me parece, en la “decisión” de acudir o no al llamado del Mayo Zambada. Poder total. Más allá de esos dos elementos no encuentro en lo dicho, nada estremecedor en términos de revelación de algo que no sepamos.
Y, en este mismo sentido, lo que llama poderosamente mi atención es la decisión editorial de Proceso de publicar en portada, la fotografía del capo, rodeando con su brazo al periodista. Una fotografía que al igual que el encuentro, es iniciativa de Zambada. La imagen es fondo, es decir, no se trata de algo anecdótico o irrelevante, la fotografía en cuestión no sólo da prueba del encuentro. La imagen, muy impactante para el imaginario colectivo, tiene otros muchos, un efecto que quisiera señalar, la operación de borramiento de la violencia, de desdramatización de lo que ha significado la presencia del narco en esta sociedad. Es la constatación como ya intenté señalar de la normalización, de la naturalización del fenómeno. Un Zambada, fuerte y poderoso, un corpulento hombre moreno con una camiseta Lacoste en un color de moda que uno no supondría propio de los gustos “recios” de los hombres del narco, lo que otra vez, viene a señalar la cantidad de mitos y estereotipos que gobiernan nuestro imaginario en torno a estos mundos. No le vemos los ojos, la sombra de la cachucha deportiva que Zambada usa por consejo del periodista “para que no le reste personalidad”, no mina en absoluto el poder de su figura, ni la seguridad con la que rodea al incómodo Scherer, que guarda sus manos en el pantalón para desmarcase del abrazo. Sin embargo, no es el “abrazo” lo que marca indeleblemente la fotografía, es un pequeño detalle: la fuerza en el dedo índice de Zambada, que se hunde con más presión que los otros sobre el hombro del periodista. Ese pequeño detalle, revela más que toda la composición fotográfica. Un dedo, el índice basta para marcar su poderío, su fuerza. Miren, estoy aquí nada menos que con Scherer, parecería decir la foto.
No tengo nada en contra de que Scherer haya acudido al encuentro, extraño su garra periodística, pero frente a una figura de esta naturaleza y las circunstancias del encuentro, no veo mayores opciones; pero la fotografía me deja con muchas preguntas. No se trata me parece, de cuál es la intención de Julio Scherer, ni la de Proceso, eso corre por otras vías y otros análisis; me parece que lo central es qué quiere Zambada y el Cártel de Sinaloa con este encuentro y esta imagen. Me preocupa el efecto de “borramiento de la violencia”.

JV: ¿En qué contexto se inscribe esta publicación, de la entrevista?

RR: Tres asuntos son relevantes aquí, aunque insistiría en que no se trata de una entrevista. El primero tiene que ver con la creciente opinión, que se generaliza, de la fallida estrategia militarista de Calderón y la crítica expandida de que efectivamente, en esta “guerra”, el Estado mexicano no parece ir ganando. Ahí está Zambada para ratificarlo, “aquí estoy”, “aquí estamos” y no nos vamos a ir. Es un golpe estratégico al ya debilitado apoyo a esta estrategia. La segunda cuestión se inscribe en el recrudecimiento de la violencia y la batalla entre los cárteles y la presunta alianza de varios de ellos (La Federación, encabezada se dice por el propio Chapo Guzmán) contra los zetas. No me parece en absoluto casual que una de las dos cabezas más poderosas del cártel de Sinaloa, decida aparecer en este contexto. Pienso que no sólo es un mensaje para el Ejecutivo y su gabinete de seguridad, sino además un mensaje para los otros grupos. Y, el tercero, vinculado al primero, es que esto se produce en una atmósfera de desaliento, de miedo, de una creciente preocupación por el avance del poder del narco y la indefensión de la sociedad (por ello la fotografía es tan importante en términos de efecto simbólico).

JV: ¿Qué papel crees que está jugando Estados Unidos en todo esto, luego de los asesinatos de personal de la embajada de EU, las presiones entre este gobierno y el mexicano, y la petición de este último de que intervenga directamente EU en la lucha contra el narco en nuestro país?
Sin ser una experta en este tema, me parece que es indudable que a lo largo de la historia del narcotráfico en el país, los gobiernos de los Estados Unidos han tenido un papel central, en las presiones, en las llamadas “certificaciones”, en las intervenciones directas. Pero, es la llamada Iniciativa Mérida lo que marca, desde 2008, un giro en estas políticas intervencionistas. Es claro que para Estados Unidos, el empoderamiento del narco, es un problema grueso y que están preocupados ya no sólo por sus fronteras, sino por su territorio nacional. El problema que se deriva del fortalecimiento de esta intervención que a la luz del asesinato de tres personas vinculadas a la Embajada de USA en Cd. Juárez, es que abre las compuertas para tres asuntos claves: reforzar la guerra de baja intensidad y la constrainsurgencia en territorios complicados del país (me refiero al sur principalmente); el otro asunto, es que precariza aún más la situación de los derechos humanos en el país. Y, en tercer lugar, posibilita la extensión del poderío norteamericano desde territorio mexicano, que no puede aislarse de su interés en la instalación de bases militares en la región. El gobierno de Calderón no se fortalece con esta intervención, se debilita por el contrario.

JV: ¿Cómo describes la situación actual del narco, la llamada "guerra" contra el narco, y las pugnas entre las organizaciones criminales?

RR: San Agustín dijo que “si los herejes y los cismáticos no quieren comprender las bellezas y verdades del cristianismo, habrá que decidirse a hacerles la guerra”. Esta imagen teológica, me es útil para caracterizar el momento de la guerra entre y contra el narco. Me parece, que la metáfora de la “guerra santa” es interesante para describir el paso de la violencia utilitaria a la violencia expresiva, que es lo que a mi juicio, describe mejor la fase actual. Me refiero al incremento de una violencia cuyo sentido no parece ser el de conseguir ciertos fines a través de un ejercicio sistemático de violencia, sino por el contrario un ejercicio sistemático de violencia que más allá de los fines, tiene como función simbólica principal ratificar un poder. La masacre absurda de los 15 jovencitos en Ciudad Juárez pero también la muerte y la exhibición del cadáver de Beltrán Leyva, son indicadores de esta cruzada. El sicariato no puede comprenderse sólo desde la lógica instrumental y económica, los sicarios tienen una misión: doblegar a los “herejes” (la población no involucrada, los llamados daños colaterales) y someter a los “cismáticos” (otros grupos rivales). Pero, al mismo tiempo, el Estado parece abdicar del estado de derecho y asume el mismo lenguaje del narco. Violencia total.

JV: ¿Estamos ante una nueva etapa de "publirrelacionismo" del narco y los capos?

RR: Sí, estoy convencida de que la aparición de Zambada, inaugura una nueva etapa en las “estrategias comunicativas” del narco. Las mantas resultan insuficientes y los narcocorridos están atrapados en una especie de folklore kitsch. Y, los mensajes entregados por los que llamo en mi trabajo, los “delivery boys” (los sicarios), que nos entregan cotidianamente cuerpos desmembrados y cabezas decapitadas, en una especie de violencia por entregas que nos mantiene en vilo, la salida de Mayo al espacio público, a través de Scherer y de una revista como Proceso, indican, me parece, que el narco mexicano se ha dado cuenta de la necesidad de “aparecer” de otro modo, ampliar las bases de su poder simbólico. Darle la vuelta a los medios desde los mismos medios, convertirse en emisores “calificados” y no sólo en los objetos de emisión. En un acto de “osadía”, ya la Tuta, una de las cabezas de La Familia, había llamado a una televisora local para mandarle un mensaje al presidente. Más osado aún, Zambada, acude al prestigio del decano de los periodistas críticos de este país, no sólo por “nomás”, parafraseando su escalofriante respuesta a Scherer ante la pregunta sobre los motivos de su incursión al narcotráfico, sino con la clara intención de hacerse visible. Más en esta línea está por venir.

JV: ¿Qué papel juegan en todo esto los medios informativos?

RR: Uno fundamental y decisivo. De un lado, son los medios los convencionales y los emergentes los que se están ocupando del asunto; son ellos los que nos proveen de estadísticas, de informes, de reporteos a ras de suelo. Frente al silencio de las autoridades correspondientes, los medios llenan los vacios de información, de datos y de perspectivas claras, a veces para bien, a veces para mal. Pero al mismo tiempo me parece que los medios, especialmente los convencionales, han sucumbido frente al poder simbólico del narco. No encuentro, salvo honrosas excepciones, ni en la cobertura cotidiana ni los espacios editoriales, una elaboración discursiva (en texto y en fotografías) capaz de despegarse de tres temas recurrentes y centrípetos: el conteo y la exhibición de muertos, la pugna por territorios entre grupos que hoy aparecen como rivales y mañana ya son aliados y, la batalla entre las fuerzas de seguridad y los narcos. La sociedad está urgida de mapas para orientarse, estoy convencida de que uno de los efectos más peligrosos del narco, es el de hacer colapsar nuestros sistemas de significación y ahí el papel de los medios debe ser clave. No es la sintaxis del horror y de la desesperanza, aunque sea fundamental encararlos, lo que permitirá salir de la parálisis de la significación y por ende, el debilitamiento de cualquier sistema de acción.

JV: ¿Qué opinas de la militarización de la lucha contra el narco, porque parecería que el ingrediente militar complicó todo, desde los abusos hasta el fenómeno mismo del narco, y ahora no se encuentran salidas?

RR: Sí, he estado en contra de la militarización de esta lucha, primero porque estoy convencida de que minar el poder del narcotráfico no pasa por los rifles, las balas, ni la acumulación de muertos, sino por una estrategia integral que pasa centralmente por la restitución del tejido social. No es el brazo policiaco lo que debe engordarse hasta casi un efecto de elefantiasis, sino su brazo social. Arrebatarle territorio al narco no es llenar poblados de soldados sin la formación adecuada para convivir con la sociedad civil (por decirlo de manera eufemística), sino por el contrario, se trata de romper la fatalidad del narco como destino único en vastos territorios del país y para numerosos ciudadanos, especialmente jóvenes. Sin política social fuerte, sin entender el poder cultural del narco (cuya prueba evidente es la aparición del Mayo), no hay calibre suficiente para enfrentar su poder.





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