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Amaranta Cornejo
11 de Mayo de 2014
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Amaranta Cornejo
Re-enamorada
Es el primer miércoles de mayo, es de mañana y voy camino a la UAM
Xochimilco. Voy a una cita que tiene que ver con el #Yo soy 132. Me emociona la
idea de encontrarme con gente que conozco y con quien compartí esos meses
intensos del 2012.
El salón está lleno, y la gente seguimos llegando. Comenzamos. Primero
Armando Bartra expone su visión sobre el 132, advirtiendo que quiere ir más
allá de nociones sobre el éxito y el fracaso de los movimientos sociales. Todo
mundo tomamos notas. Luego se abre la sesión que busca ser una
asamblea-conversatorio. El día anterior había habido ya algunas actividades en
la Ibero que sirvieron como apertura a lo que ha sido un diálogo sobre cómo
vemos ahora la experiencia del #Yo soy 132, así que esta actividad es en cierta
medida la continuación de ese espacio, aunque las personas no seamos todas las
misma que el día anterior.
Lu pide la palabra y nos cuenta cómo vivió el día a día de los meses del
2012 cuando #Yo soy 132 quería decir asambleas, marchas, volanteos en las
calles, saloneos en las escuelas, brigadeos en el metro, performances,
actividades diversas en plazas (chicas y grandes) del país. Esto implicaba
salir temprano de casa, regresar tarde, y comer pésimamente. La escucho y
pienso en la comisión de alimentación que generamos para la Asamblea de
posgrados UNAM. Luego de varias interuniversitarias nos dimos cuenta que esa
chinga no sólo implicaba desmañadas y desveladas, sino comer pésimo.
Reflexionamos en la importancia de cuidarnos en bola porque ya nos quedaba
claro que esa lucha iba para largo, no era sólo hasta las elecciones ni mucho
menos. Así que junto con el nombramiento de la vocería y l@s observador@s,
quien quería se anotaba en esa comisión, juntábamos dinero y listo, quedaba
listo el equipo para la siguiente interuniversiaria.
En otro momento Luis explica cuáles considera que fueron las herencias
de otros movimientos sociales que aceptó o rechazó el 132. Nos habla de la
relación intergeneracional que se nació cuando las asociaciones de familiares
de personas desaparecidas en la guerra sucia adoptaron simbólicamente a la
chaviza del 132 como los hijos que les desapareció el Estado. Lo escucho y
recuerdo las discusiones que teníamos sobre esas herencias. Finalmente esas
discusiones eran un ejercico de re-crear una memoria histórica, una memoria
dinámica, tensa, conflictuada, viva, finalmente.
Julián redimensiona el #Yo soy 132 en el contexto de extrema violencia
que se vive en Ciudad Juárez, y como aun así se organizaban y movilizaban.
Lo escucho y pienso en la frase de Galileo cuando le pidieron que se
retractaar ante sus teorías sobre el universo, y cómo él al final de su acto de
contricción dijo "y sin embargo se mueve". Es así, no obstante el
control y la represión gubernamental, y la violencia de Estado, en Juárez la
banda se movía, se mueve.
Escucho y anoto. Mientras oigo lo que cada quien va diciendo, por detrás
de mi ojos aparecen momentos y espacios compartidos en el 132. Recuerdo
nombres, caras, voces, silencios. Pido la palabra, quiero también compartir
algunos de los recuerdos e intentar elaborar una reflexión. Al escuchar las
participaciones voy sintiendo de nuevo esa vitalidad que da el habe recuparado
el derecho de hablar de política sin ser considerada una transnochada.
Marta situa su experiencia hablando desde lo que fue Artistas Aliados.
Desde ahí dice que una de las riquezas es que el 132 respondía rápidamente a
las críticas y cuestionamientos porque éramos una bola de gente con muchas formaciones
y habilidades, y también con muchas visiones de la política y la vida nacional.
Marta me transporta a ese espacio que fue la Asamblea de posgrados UNAM.
Veníamos de distintas universidades, del mundo y del país, de distintas
formaciones. Para algun@s era la primera experiencia de participación política,
para otr@s ya no, ya traíamos nuestros traumas, deformaciones, y quiero pensar,
aprendizajes. Con todo eso me conflictuaba para no volcar mis traumas políticos
en este "nuevo" espacio.
Sigo escuchando mientras llega mi turno. Cuando Arnoldo dice que las
redes digitales sirven para crear redes físicas me alegro y me sonrío
anchamente. Su claridad ante el entendimiento de que las redes sociales son
instrumentos que pueden ayudarnos mucho en la acción política me entusiasma.
Efectivamente internet, y muy concretamente el face, nos sirvieron mucho para
viralizar la información, desde el material gráfico, hasta las relatorias de
las asambleas, de todo tipo de asambleas. Nos apoyamos en internet para dinamizar
los ritmos de comunicación, y también para no centralizar la información.
Finalmente un ejercicio de distribución del poder, digo yo.
Poco antes de mí, Mariana retoma este punto de las prácticas políticas y
de cómo ese plan de lucha que nos planteamos no lo recordamos ya porque
finalmente lo político lo teníamos tatuado en la piel. La escucho y esa piel
tatuada se me enchina al sentir el eco de lo que acaba de decir
Mariana. Para mí siempre fue un conflicto establecer un equilibrio entre
reconocer a los movimientos sociales que nos precedieron, y de los cuales
finalmente algo abrevábamos, y la adopción de nuevas formas de hacer, de actuar
la política. Creo que esta cuestión es uno de los debates que quedaron
abiertos. Se me vuelve a enchinar la piel cuando un compañero cuenta cómo
cuando estuvo frente a la cámara de diputados el 1 de diciembre se dio cuenta
de la importancia de escuchar a "los viejos", aunque en el momento no
se hubiera hecho. Termina parafraseando a un grupo punk argentino "no es
que haya madurado, es que creciendo he perdido la inocencia". Me duele
escuchar esto.
Cuando llega mi turno levanto mi mano, estoy nerviosa y en una esquina
del salón. Quiero hablar de la Asamblea de Posgrados UNAM , pero sobre todo lo
que quiero es volver a declarar mi amor como hace dos años. Es en este
conversatorio que re-vivo lo que me llevó a enamorarme del #Yo soy 132: el
aprendizaje colectivo y común. Ahí es donde encontré el espacio de posibilidad
que sin saberlo venía añorando. Lo político está como las nubes en el cielo en
este salón, y yo lo siento y reconozco en la emocionalidad. Finalemente #Yo soy
132 fue la posibilidad de un involucramiento político para pasar a la
particación en acción partiendo desde la empatía. Cada quién decidía desde dónde
actuar, e insisto, este ha sido un ejercicio de diseminar el poder, de
re-construir lo político lo más libre de centralizaciones posibles.
Después de unas participaciones más cerramos la sesión matutina de estas
jornadas en torno al 132. Camino a la comida, en el carro comentamos la
pregunta que Mariana lanzó sobre qué es el 132 y si todavía existe. Regreso a
casa, paseo a Ruco y sigo pensando un poco sobre esto. Aunque no siento la
necesidad de definir qué es el 132, me doy cuenta de lo "novedoso"
que me resulta ese espacio de posibilidad, y me encanta la idea de que
teóricamente éramos inaprehensibles! Porque, finalmente, esa dificultad para
definirnos tiene ver que con otra cuestión puesta sobre la mesa esa mañana en
la UAM: ¿#Yo soy 132 llegó a su fin? Yo creo que sí, y no me duele. Lo acepto
con alegría porque paso por tener presentes los encuentros con mis compas del
132. Encuentros en marchas, en fiestas y hasta en el metro. Nos vemos, nos
reconocemos, nos abrazamos y nos contamos cómo estámos, en qué andamos. Cada
quien, desde sus espacios, con sus modos, sigue en la lucha, esa de largo
plazo: la cotidiana. Esto, para mí marca en todo caso un punto y aparte.
Así son estos amores de vida, se me quedan en el corazón, me acompañan
porque son parte de mí. Así el #Yo soy 132. Como diría el compa de la Ibero en
el saludo que nos mandó a quienes estuvimos en la UAM esa mañana de mayo: el
amor que nos tuvimos sigue, hay que recordarlo y actuarlo. Eso es hacer
política.