Alla Vienen

6 de mayo de 2012

 Presentación de Rosalba Espinoza y su serie 
Aritmética del Dolor en el Museo José Clemente Orozco
(Del 4 de Mayo-16 de Junio de 2012).


                                                                                                  Alias (fotografía Jabaz)

Dice el diccionario que la aritmética es una rama de las matemáticas cuyo objeto de estudio son los números y sus operaciones elementales: sumar, restar, dividir, multiplicar. De ahí la  pertinencia de llamar a esta serie “Aritméticadel dolor”, porque son justamente esas operaciones que, por elementales, olvidamos con frecuencia en el inventario de los daños centrales, laterales y colaterales en esta ya demasiada larga estela de muerte.
Sumar, como nos dice la artista, es un martilleo, un golpe de una voz que al numerar del 1 al 60 mil, no hace sino multiplicar la indignación y el estupor; una frecuencia sonora que sabe restar lo que nos ha sido arrebatado, los cuerpos de los que no están y no estarán ya más aquí; una forma otra del lenguaje del contar: menos uno, menos dos, menos tres y así, hasta apilar en la garganta y en el grito contenido tantas ausencias. Pero el gesto de contar sumando, también implica una crítica –fuerte- a la aritmética de la división: de un lado los muertos buenos, de otro lado, los muertos malos y más allá los muertos necesarios en una pretendida división exacta que separa y reparte.
Al igual que en “Pérdida de luz su serie anterior (sobre la pederastia), Rosalba Espinoza decide ir a campo abierto, sin resguardo, a los sótanos que esconden nuestros dolores, nuestras vergüenzas, nuestros desatinos. Las fuentes donde abreva su imaginación artística no son los libros eruditos, ni las coartadas estéticas, su terrorífica musa es esa realidad que cotidianamente nos devuelven los periódicos, los noticieros, las conversaciones, la pesadilla de millones de vida en el abismo.
                Alias, la pieza central de esta exposición, esa cruz compuesta de 26 rostros de 26 de sicarios y sicarias, ese término que se ha instalado en nuestras hablas cotidianas, nos deja sin aliento, porque la artista no permite que esquivemos la mirada, nos obliga a contemplar esta composición de rostros reales a través de un guiño escalofriante: La Piedad (que evoca lo mejor de Orozco a quien Rosalba rinde tributo con su obra), que los observa desde abajo, esa madre silente y dolorosa que es la Patria, esa que sabe que ellas y ellos son también sus hijos, que ella los parió y no puede negarlos. Contra toda falsa autoridad moral, Alias nos recuerda que los verdugos son también nuestros: sumar sicarios es restar ciudadanos; sumar asesinos es multiplicar biografías truncas, rotas, maltrechas. Sí es cierto, todos somos “Juanelo”, todos somos “Nepomuceno”, todos somos “María”, “Federico”, todas y todos somos Betsa y Evelyn, las niñas ejecutadas en la Colonia del Fresno el año pasado; pero nos cuesta entender que también todos somos “El Ponchis”, todos somos “El Nene”, “El Arete” y tantas y tantos otros, que travestidos en ejecutores nos miran desafiantes para reclamar nuestra atención.
                                                               
Dice el mejor poema que se ha escrito en el México rojo, el de María Rivera, “Los muertos”:
Allá vienen los descabezados,
los mancos, los descuartizados […]
vienen con los ojos vendados,
atadas las manos, baleados entre las sienes.
Allá vienen
los muertos que salieron de Usulután,
de La Paz,
de La Unión,
de La libertad,
de Sonsonate,
de San Salvador,
de San Juan Mixtepec,
de Cuscatlán,
de El Progreso, 
de El Guante,
llorando, […]


A esta poética del horror, a esta caligrafía del espanto, habría que añadir otro grito, otro llanto: allá vienen los verdugos; los que tienen 15 y 17 años; allá vienen desechos de antemano, residuos humanos que caminan con la mirada perdida; allá vienen aquellas y aquellos que no encontraron una razón para no matar; los desalmados porque se perdieron en el camino y no hubo ahí nadie para traerlos de regreso; allá vienen los sicarios, con sus armas del norte y sus cuotas del día; allá vienen, los desarraigados, los parias, los errantes, los criminales. Allá vienen los asesinos que salieron de Tierra Caliente, de Culiacán, de Usulután, de El Progreso, de Ciudad Juárez, de Reynosa, matando, allá vienen ¿De dónde vienen? ¿De qué herida? ¿De qué México olvidado? ¿De qué país negado?

…sumar es el gesto urgente por juntar… y hacer hablar las partes…
   
Gracias Rosalba por estas ecuaciones que nos permiten asomarnos al abismo.


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