El miedo es el mensaje
2 de junio de 2010
En un artículo de opinión reciente publicado en La Jornada http://http//www.jornada.unam.mx/2010/05/31/index.php?section=politica&article=023a1pol, Carlos Fazio http://www.cubadebate.cu/categoria/autores/carlos-fazio, elabora un interesante análisis sobre el secuestro o desaparición forzada de Diego Fernández de Cevallos, ex diputado, ex senador y candidato a la presidencia de la República en 1994, por el Partido Acción Nacional (PAN). Del artículo de Fazio me interesa discutir dos asuntos. En primer término el concepto de faida, que el articulista define en los siguientes términos: “principio que en el viejo derecho germánico sancionaba el derecho a la venganza. Así, desde los cimientos del caos se “normalizaron” o naturalizaron el gobierno del crimen y la eliminación física recíproca como mecanismo de la protección criminal a la criminalidad por medio de una supracriminalidad, y de la ilegalidad por medio de la suprailegalidad”; y, la frase con la que concluye su artículo: “Diego es el mensaje y nadie está a salvo”.
Con respecto a la faida, una noción que fue recuperada, actualizada y practicada por la Camorra italiana, me parece iluminador el hecho de que por primera vez (según mis datos) aparezca en el espacio de opinión pública la expresión, cuyos sentidos modernos derivados, aluden al ejercicio de la violencia por parte de particulares (sin la mediación del Estado), para “cobrar” una lesión o un daño, a través del uso de la fuerza. Considero que Fazio logra traducir al lenguaje de la opinión pública, lo que muchos académicos, yo, entre ellas y ellos, hemos tratado de enfatizar: la necesidad de nombrar los procesos violentos que estamos viviendo y entender desde perspectivas no simplificadoras, las prácticas y lógicas del crimen organizado. La escalada de violencias, la sofisticación creciente en los métodos de hacer morir, de amenazar directa o indirectamente, aluden a mi juicio, con gran tino - a lo que Fazio siguiendo a Giulio Sapelli-, se denomina la contra-institucionalización. En mi propio trabajo he venido denominando este proceso como “paralegalidad”, que considero una categoría pertinente y fecunda, para nombrar los procesos a través de los cuáles las mafias generan un tercer espacio, es decir, un espacio practicado que inaugura y gestiona sus propios códigos y valores, sus aparatos de gobierno, su sistema de “justicia”, en el que la faida juega un papel fundamental. Pero no como “un derecho a la venganza”, sino como un principio normativo que regula la coexistencia entre los paralegales. La faida (cobro de daños), opera al amparo y sobre la plataforma de la paralegalidad. Dimensiones que el discurso de la opinión pública, el gubernamental, el institucional, suelen eludir, no solo por desconocimiento o la simplificación que campea en estos territorios, sino además, para evadir una un asunto clave: el poder cultural de estos grupos y sujetos.
De distintas maneras, estos temas me llevan a cuestionar el papel y la vigencia del Estado, como hoy lo conocemos. Es indudable que diversas regiones en el globo viven ya inmersas en la faida y la paralegalidad, generando órdenes alternos, zonas vestibulares que pronto dejarán de serlo. Me pregunto si “lo paralegal” tiene no sólo un componente delictivo, sino un poder instituyente
Con respecto a la faida, una noción que fue recuperada, actualizada y practicada por la Camorra italiana, me parece iluminador el hecho de que por primera vez (según mis datos) aparezca en el espacio de opinión pública la expresión, cuyos sentidos modernos derivados, aluden al ejercicio de la violencia por parte de particulares (sin la mediación del Estado), para “cobrar” una lesión o un daño, a través del uso de la fuerza. Considero que Fazio logra traducir al lenguaje de la opinión pública, lo que muchos académicos, yo, entre ellas y ellos, hemos tratado de enfatizar: la necesidad de nombrar los procesos violentos que estamos viviendo y entender desde perspectivas no simplificadoras, las prácticas y lógicas del crimen organizado. La escalada de violencias, la sofisticación creciente en los métodos de hacer morir, de amenazar directa o indirectamente, aluden a mi juicio, con gran tino - a lo que Fazio siguiendo a Giulio Sapelli-, se denomina la contra-institucionalización. En mi propio trabajo he venido denominando este proceso como “paralegalidad”, que considero una categoría pertinente y fecunda, para nombrar los procesos a través de los cuáles las mafias generan un tercer espacio, es decir, un espacio practicado que inaugura y gestiona sus propios códigos y valores, sus aparatos de gobierno, su sistema de “justicia”, en el que la faida juega un papel fundamental. Pero no como “un derecho a la venganza”, sino como un principio normativo que regula la coexistencia entre los paralegales. La faida (cobro de daños), opera al amparo y sobre la plataforma de la paralegalidad. Dimensiones que el discurso de la opinión pública, el gubernamental, el institucional, suelen eludir, no solo por desconocimiento o la simplificación que campea en estos territorios, sino además, para evadir una un asunto clave: el poder cultural de estos grupos y sujetos.
De distintas maneras, estos temas me llevan a cuestionar el papel y la vigencia del Estado, como hoy lo conocemos. Es indudable que diversas regiones en el globo viven ya inmersas en la faida y la paralegalidad, generando órdenes alternos, zonas vestibulares que pronto dejarán de serlo. Me pregunto si “lo paralegal” tiene no sólo un componente delictivo, sino un poder instituyente
Y, pese a suscribir en lo fundamental las tesis que Fazio plantea en su artículo, considero que aunque el “mensaje sea Diego y nadie está a salvo”, el mensaje “gravitacional” sigue siendo el miedo, componente, marca, gestión, que indica que por la vía de los hechos la fadia (con todo y sus daños colaterales) y la paralegalidad, con su enorme poder político y simbólico, avanzan en la transfiguración del mundo que conocemos.
Es una lástima que los gobernantes, crónicamente deficitarios, no logres visualizar el lado político-cultural del asunto.
Es una lástima que los gobernantes, crónicamente deficitarios, no logres visualizar el lado político-cultural del asunto.
5 comentarios:
?Que le parecio el artiulo del New Yorker sobre La Familia michoacana?Maritza
Si, yo tambien me preguntaba que pensaban del reportaje de William Finnegan. E. Fontanez
No lo he leido aún...en cuanto revise, les comento...gracias por pasar por aquí...
Gracias, me da curiosidad ver como lo lee (usted, en Mexico), y como se ve fuera de aqui(NYC). Tengo sentimientos encontrados en cuanto al articulo, por eso pregunto. Maritza
Ah, me quede con las ganas de leer esto...
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