La ciudad que pasa

8 de junio de 2010



Hoy mientras recorría la ciudad constaté su grave deterioro. No me alcanzó ninguna de las ciudades invisibles de Calvino, ni siquiera Eufemia, “la ciudad donde se cambia la memoria en cada solsticio y en cada equinoccio”. Pude tocar con los ojos el deslave de los sueños de los modernistas y los utópicos y pude sentir en el cuerpo la precariedad de la maquinaria que la mantiene funcionando, en vilo, haciendo cruces para que no colapse todo al mismo tiempo.
Pero me detuve en una esquina, la mejor metáfora visual para hablar de la ciudad contemporánea: un edificio a medio derruir y a medio construir. Ahí, entre cementos y varillas, paredes que se caen y estructuras que se levantan, una intervención ligera que pese a su liviandad no se pierde, un esténcil sencillo en blanco y negro, un pájaro cuadrado cuya ala derecha queda atrapada en lo que cae y su ala izquierda, mal trazada, buscando lo que se construye. No traía cámara, mis afanes eran otros –y claro, me arrepentí-, porque documentar la velocidad en que las ruinas se convierten en intentos de ciudad, amerita una documentación visual. Me detuve un momento para tratar de entablar un diálogo ficticio con Kublai: he visto una ciudad, Gran Kan, le diría, que se desbarranca sobre sí misma; no hay niños en esa ciudad y los jóvenes viven temerosos aprisionados por las ruedas de máquinas que les roban el aliento o atrincherados en el pequeño espacio que transcurre entre sus sueños y las posibilidades restringidas de esta ciudad que olvida su nombre. Un pájaro, Gran Kan, insomne y leve, vigila inútilmente la mutación de las ruinas.
(Secciones de Ensayo y Prólogos y Reseñas actualizada)

6 comentarios:

Raúl Fuentes dijo...

Sentidas palabras sobre el deterioro citadino.

Me he jactado en más de una ocasión de mi buena memoria y no recuerdo a esta ciudad tan jodida en tantos aspectos. Me acaban de informar de una mujer que entró a Plaza Universidad y que golpeó gente, estrelló su coche en otros más y prensó a un pobre inocente y de alguna manera, cuando los medios llegaron a cubrir, la señora (y su gente) impidieron que las notas llegaran a los periódicos.

Hoy martes ha sido un día de muy malas noticias. Tan malas que el único atisbo de sonrisa es este olor a lluvia que entra por la ventana.

Ni hablar. A seguir escri-viendo. A seguir leyendo.

Rossana Reguillo dijo...

Gracias por tu comentario Raúl...efectivamente la ciudad se deshace...

Tony Valderrama dijo...

Exactamente esta fue la primera impresón que me dió al visitar La Habana... belleza de antaño, derrumbe presente.

Tal vez lo que me impide verlo en ciudades que me son familiares es precisamente por la familiaridad, lo que en la planta llamábamos "ceguera de taller": como siempre lo has visto así, lo ves normal aunque sea anómalo.

Gracias por recordarme una vez más de abrir más los ojos.

Dorix dijo...

Yo tampoco recuerdo a mi ciudad tan jodida. Cuando me fui a Guadalajara, Aguascalientes era una, cuando regresé era una distinta, terrible, amenazante... y, sin embargo, parece que nada pasa. De ser una ciudad de Calvino, sería Maurilia, la que vive de las postales y la nostalgia de lo que fue.

Rossana Reguillo dijo...

tendremos que inventar muchos nombres para los colapsos presentes y por venir...

Dorix dijo...

Hoy Carlos Scolari, en su blog, habló de "metástasis", a propósito de la violencia en México.

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