Vender riesgo: menores en la guerra contra el narco

27 de junio de 2010

Aunque la retórica oficialista del presidente Calderón ahora rebautice su “estrategia”, es indudable que, la hasta hace unos días llamada “guerra” contra el narcotráfico, no ha dado resultados: la droga sigue fluyendo, no hay repliegue de los grupos organizados, por el contrario y, cada día los datos que se acumulan, indican que entre los muchos efectos colaterales del empoderamiento del narco, destaca la cada vez más clara participación e involucramiento de jóvenes, ya sea como víctimas o como victimarios. Según datos de la periodista Daniela Rea de El Reforma, a los que accedió a través de Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información, que revisé con detenimiento para una entrevista que me hizo, la “participación” real o fabricada de menores de edad en la cadena delictiva vinculada al narcotráfico ha ido en aumento desde 2006.
En el informe que la SEDENA entrega se aprecian claramente que los 5 principales motivos que llevan a la detención de menores de edad son: delitos contra la salud, delincuencia organizada, robo, secuestro y violación a la ley federal de armas de fuego y explosivos. Con rangos de edad que van de los 13 a los 17 años, las entidades con un número mayor de menores detenidos por el Ejército, según su propio informe son Guerrero, Veracruz y Baja California; tres entidades donde los operativos contra el narcotráfico son emblemáticos de la “estrategia” calderonista. La droga no sólo llega a los jóvenes, sino que se los lleva en un viaje de difícil retorno. Algo falla en los cálculos, algo no está funcionando en las acciones cotidianas, algo que no resuelve ni la retórica, ni los rostros compungidos de los responsables de la seguridad nacional.
De otro lado, en los datos de la PGR, destaca por ejemplo que en 2009, los motivos principales de la detención de menores vinculados al narcotráfico, son el comercio (61 casos) y posesión (582). Indudablemente habría que ver cuántos de estos casos han sido comprobados y cuántos han sido fabricación fast track de responsabilidades; faltaría información clara sobre qué es lo que se considera posesión. Pero más allá de la distancia crítica con estos criterios judiciales, el dato es que la droga llegó, la droga está ahí. Luego, uno de los pilares fundamentales que sustentan la guerra, ahora lucha por la seguridad: “que la droga no llegue a tus hijos” colapsa ante la evidencia de los propios números oficiales; que no logran convencerme, porque en mi conteo los jóvenes menores que se ven envueltos en asuntos del narco, son más (no hay datos sobre Chihuahua, donde las razzias a las llamadas pandillas, son el pan nuestro de cada día).
Otro fenómeno que ha llamado mi atención es la conformación de células criminales intergeneracionales; por ejemplo en una célula de 7 u 8 individuos capturados, la composición etaria es más o menos así: tres sujetos mayores de 35 años, uno mayor de 45 y el resto menores de 23, con miembros que no llegan a los 18. Este es un dato muy relevante, en la medida que está indicando que la vinculación con estos mundos paralegales (llamo paralegalidad al orden social, económico, político y cultural creado por el narcotráfico, regido por sus propias normas y valores) no puede entenderse desde una sola lógica y mucho menos, servir para convertir a los jóvenes en motivo de criminalización, chivos expiatorios del fracaso de esta guerra-lucha que es ciega a los factores económico/culturales que configuran estos mundos paralelos.
La droga llegó y se quedó como moneda de cambio y de sobrevivencia para muchos sectores de la población, porque por ejemplo, los grupos delictivos (especialmente el cártel del Golfo y el de Sinaloa), cambiaron el sistema de pagos por protección, en vez de pagar billetes, pagaron con mercancía. Este es un fenómeno que estudié a mediados de los noventa en los barrios de Guadalajara (no es algo nuevo, como cree o le hacen creer al Presidente Calderón); la policía de proximidad se lleno de mercancía y había que darle salida, qué mejor estrategia que reclutar a los chavos de las bandas para usarlos como distribuidores en pequeño. En el verano caliente de 1993, barrios enteros se cubrieron de nieve blanca. La espiral siguió su curso y los grupos organizados lograron ver en esos pequeños mercados locales (consolidados y estables) una franja interesante y llamativa; hoy intentan tomar el control de esos pequeños territorios a sangre y fuego, a punta de decapitaciones y castigos ejemplares para los narcomenudistas.
El asunto es complejo, una dinámica con muchos actores. Un combate frontal contra las células profesionalizadas (si se me permite la expresión) es totalmente insuficiente, si al mismo tiempo no se atienden las dinámicas locales de esos pequeños mercados, caracterizados por la pobreza, el abandono y la ausencia de estado. Lo que ha pasado a mi juicio, lo que no recogen las estadísticas es el crecimiento de una brutal lógica neoliberal que arroja a los más jóvenes en una carrera por la auto subsistencia “empresarial”, pero en vez del “changarro y el vocho” como sugería alegremente Fox, los ejes de las micro-empresas, fueron otros.
Por cada joven o menor “asegurado” utilizando el lenguaje de la Secretaría de Marina, emergen diez, quince, veinte, dispuestos a auto-procurarse un mínimo de garantías para el día después, aunque conscientes de los costos, muchos jóvenes lo único que pueden vender, en una economía colapsada, en un sistema político en el que todo parece valer, es riesgo, como diría mi buen amigo José Antonio Pérez Islas. Nuestros jóvenes venden riesgo y hay actores dispuestos a pagar esa “mercancía” a precios que resultan atractivos cuando la alternativa es vivir al margen de los satisfactores más elementales. Pero también es cierto y esto es preocupante, que entre los más de tres mil seiscientos jóvenes detenidos o “asegurados” en lo que va del sexenio, cuyos procesos jurídicos desconocemos (lo viven las madres, los padres, las esposas o esposos, los hermanos, los hijos, con la vulnerabilidad a flor de piel), es posible que exista un buen número de “delitos de portación de cara”, de venganzas policíacas, de cuotas exigidas en el cumplimiento del deber. Los jóvenes han sido en este país un sector al que pasarle las facturas.
Tengo más preguntas que respuestas, pero una certeza he logrado construir en estos años de intentar entender el fenómeno: quienes están llevando la peor parte en esta loca y fallida guerra/lucha, son los jóvenes, ellas y ellos: excluidos o incluidos desigualmente por un lado, carne de cañón de tirios y troyanos, constituyen el gran ejército que no sólo pierde, sino que se pierde para los fines de la historia futura.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

interesantes los conceptos que usas. saludos!!

ah y la foto de esos animales que indica??

Juan carlos

Moisés Silva dijo...

Es lo que ha pasado en todas las guerras: los jóvenes de bajos recursos ponen la mayor parte de las muertes. Siguiendo ese criterio estamos desde hace un rato en guerra, no importa qué etiqueta le ponga el gobierno.

Popo de Monstruo dijo...

Cuando te encuentras con argumentos tan sólidos y desalentadores, aumenta la carga a los que portamos credencial de joven mexicano, pero qué más, me encanta leerla doctora. Qué triste es la tristeza cuando la esperanza es flaca.
A mí sí me gustó la foto; así se ha de sentir, como cachorros asustados corriendo sin saber a dónde o de dónde viene el peligro.

Rossana Reguillo dijo...

gracias por sus comentarios, de verdad. "Portar credencial de jóven" puede ser muy peligroso en este país, en este continente...lo fundamental, me parece es ir más allá de la denuncia...las buenas noticias es que hay mucha banda organizándose en el país, aunque es cierto que la impotencia es mucha. Machos cabríos? llevándose entre las patas a los más jóvenes de la especie?...por ahí es la intención Juan Carlos...

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