La insoportable pesadez de la imbecilidad (y los medios)
10 de julio de 2013
Los días en esta ciudad
han pasado a golpes de suspiros, de angustias, de miedos, nostalgias y corajes. No es para
menos, en estos días se ha vuelto más que evidente que las violencias (así, en
plural), nos alcanzaron, sin posibilidad alguna de darles la espalda o fingir
que nada pasa. En estos días terribles, madre y padres, hermanos y tíos, novios
y esposas, han salido a las calles de Guadalajara para decir, sin miedo, que
este desastre tocó a nuestras puertas y que hoy nos dolemos por la ausencia
incierta de tantas y tantos jóvenes, niños, personas que tenían, aquí, una
vida, un futuro, unas familias que hoy, los guardan con el alma en un hilo,
pendientes de las noticias; aferrados a una palabra, de las autoridades o de
los medios, ese poder, el de los medios, que se ha convertido en ayuda,
estorbo, aliado o enemigo de la ciudadanía inerme, que aguarda, espera, declara,
dice, avanza, grita, se calla, esperando encontrar voces que hagan eco de
tantísimo dolor.
El espacio de la opinión
pública en México (en otras partes del mundo, también), se ha banalizado.
Cualquiera con dos gramos de influencia política, puede reclamar un columna de
opinión; hay tal desierto en la “opinocracia mexicana” que los medios, así sea
La Jornada (antes, atrás, en otros tiempos, medio insignia de nuestras luchas
democráticas), añaden a su nómina de opinadores a personajes como SalvadorCosío Gaona y, además, sin control, ni pudor, aceptan publicarle (y publicitan
en el Twitter oficial del medio), una columna, que además de ofensiva, es el
ejemplo más acabado del antiperiodismo crítico.
Ignoro las razones de La
Jornada, Jalisco. Ese es un asunto interno. Lo que me ha hecho temblar de
indignación es la más que ofensiva “viñeta”, “postal” que el editorialista ha
usado hoy en su columna “Bocajarro”. Impresentable.
Como ya señalé, en una
violación flagrante, antiética, sórdida, que atenta con el derecho de las
víctimas a la privacidad y, sin respeto por los (eventuales) lectores, afirma,
juzga, decide y construye sin rigor alguno, un mapa (sórdido) y una hipótesis
(criminalizadora) sobre el terrible secuestro y asesinato de Luis y Andrés,
esos jóvenes cuyas muertes absurdas, han hecho temblar nuestros afectos,
nuestros sistemas de conocer, nuestros límites.
Acudiendo a relaciones (fuentes
certeras y confiables, las llama el “columnista”)
que no aclara de dónde vienen (voy a evitar la relación automática, porque no
se trata de reproducir las mismas lógicas), Salvador Cosío, se lanza, sin
pudor, sin cuidado de las personas involucradas en este terrible, doloroso
asunto, a narrar, sin narrar, una especulación “gráfica” (a la que él solamente
tuvo acceso), sobre la terrible y repito, absurda muerta de Luis y Andrés. No
aporta un ápice para la comprensión, arma un texto plagado de faltas de respeto
y arriba a una conclusión que ya señalé en mi artículo pasado: la doble
criminalización de estos jóvenes. En un derroche de irresponsabilidad
mediática, política y en franca oposición a la inteligencia y a la sensibilidad
social, el columnista de marras, casi concluye su pieza siniestra, preguntando
lo siguiente: “¿qué habrían hecho los jóvenes para que los torturaran tan
sádicamente hasta que les causaran la muerte?
¿Quién lo nombre fiscal? ¿Ministerio
Público? ¿Pensó en el impacto que estas descripciones e hipótesis tendrán en
las familias? Que lamentable.
En una democracia “moderna”,
en un régimen de responsabilidad pública, no es posible que medios como La
Jornada (en aras de la libertad de expresión o cualquier otra razón),
contribuyan a la generación y expansión
de “opiniones”, carentes de toda ética e inteligencia.
Si el autor tiene
problemas con el Fiscal, su condición política le permite enfrentarlos sin contaminar,
con su falta de inteligencia y sensibilidad, a una ciudadanía dolida, que trata
de entender, que trata de ser solidaria, que acompaña, que se pregunta por las
preguntas fundamentales. Si la Fiscalía o sus empleados están filtrando datos,
el tema es doblemente grave. ¿De qué manera se preserva, el derecho de las
víctimas? ¿Quién va a investigar cómo este “columnista”, accedió a: “Elementos
gráficos claros e impactantes a los que se tuvo acceso a través de fuentes
certeras y confiables”. Cuántas preguntas pueden caber en un espacio de tan
reducida inteligencia.
A Salvador Cosío, le
serviría leer a Foucault, a Mbembe, a Reguillo, para que entienda la gramática
y caligrafía del “narco”. Debería, antes de usar el teclado, leer a los
cronistas y periodistas que nos han explicado hasta el cansancio, la ausencia
de sentido en las muertes que produce la #narcomáquina, como Diego EnriqueOsorno, Marcela Turati, Javier Valdez y otros más.
Me duelo y lamento como
profesora, como académica, como ciudadana y usuaria de las redes que medios
como La Jornada (Jalisco), abran sus puertas a la insoportable pesadez de una
imbecilidad peligrosa por su capacidad de daño, a conciencia.
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