Rendirse no es una opción posible

1 de junio de 2015

¿Por qué votar por Pablo Lemus? es una pregunta que me formulé ya hace varias semanas, tengo varias razones: sus propuestas de gobierno me convencen, es una persona honesta y con capacidad de escucha. Pero hoy, quiero compartir con ustedes una razón de fondo: su equipo.

Comparto en mi blog las reflexiones y notas de una ex-alumna, a la que fui viendo crecer a la distancia, a la que fui siguiendo en su proceso de hacerse más persona con las y los otros, en la que creo, a la que admiro por la tenacidad y alegría de sus búsquedas.

Aquí las palabras de mi invitada, que generosamente acepta este espacio de búsquedas para compartir sus razones.

Bienvenida Tzitzi Santillán Hernández

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Escribo  esta reflexión para las personas que desde distintos espacios buscan transformar la realidad política y social en la que subsistimos.

 Muchos me conocen bien, pero no está de más hablar de mi historia. Mujer, de 39 años, casada con Eduardo Reyes, defensor de derechos humanos y con quien comparto buena parte de la vida que expondré en estas letras. Orgullosa madre de dos adolescentes. Comunicóloga de profesión, egresada del ITESO, defensora de derechos humanos, en específico de las mujeres y promotora comunitaria por opción de vida. 

Esta opción la tomé junto con Eduardo desde que nos conocimos haciendo labor en favor de las comunidades en resistencia durante el conflicto zapatista en Chiapas. A Chiapas llegué llamada por la novedad, por el furor que causaba el movimiento entre los universitarios. Pero no tardé mucho en darme cuenta que mi viaje a Chiapas fue la aguja que reventó mi burbuja. A partir de aquí, la forma más honesta y apegada a la realidad de contar esta historia es en plural. Nosotros, Eduardo y yo, aprendimos a reconocer al otro, a la otra, en este viaje profundo.

Luego, aprendimos de derechos humanos de grandes personas que formaron parte de la Academia Jalisciense de Derechos Humanos. Aprendimos a creer que es a partir de la organización ciudadana, de amplia difusión y defensa de derechos es como se puede construir una sociedad más amable, plural y democrática.   Fundamos Amigos Trabajando en los Cruceros, organización civil conformada de forma autogestiva por personas que trabajan y viven en las calles y cuyo propósito era y ha seguido siendo por casi 17 años a ayudar a familias en situación de calle a salir de ésta y mejorar sus condiciones de vida.

Convivimos, compartimos y aprendimos junto con ellas que rendirse no es una opción posible, a poner por delante la legitima aspiración a vivir mejor. Conocimos lo que significa ser invisible.  Compartimos con ellas lo que significa en el día con día, no tener nada. No tener seguridad, techo, comida, trabajo. Aprendimos lo que significa ser excluido.

Participamos en la formación y profesionalización de muchas organizaciones en la ciudad.  Colaboramos también con algunos jesuitas,  que se convirtieron en profundos maestros de vida,  especialmente en sus proyectos de formación social y búsqueda de justicia. Con ellos aprendimos esa forma amorosa pero urgente de construir con las y los otros.

Emprendimos juntos una mudanza al Distrito Federal para, ambos, colaborar en el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro ProDH), una de las organizaciones más profesional y especializada en la materia de América Latina. Ahí sólo aprendimos. Aprendimos de defensa, de organización, de informes internacionales, de leyes federales, de movimientos sociales, de víctimas, de denuncia, de interlocución, de análisis político, de incidencia política, de amigos, de miedo, de profundo miedo, y de lo cruel que es la represión, al hacer frente a los acontecimientos en Atenco en mayo del 2006. Aprendimos cómo es el poder, cómo opera, su perversidad. Esta situación marcó nuestro regresó a Jalisco.

Tiempo después Eduardo se integró al equipo del gobierno municipal de Tlajomulco de Zúñiga encabezado por Enrique Alfaro, y yo empecé a colaborar de forma voluntaria en algunos proyectos del DIF Tlajomulco al lado de Lorena Martínez. Gracias a la cercanía y conocimiento que tuvimos de este ejercicio de gobierno decidimos apostar por un proyecto político por primera vez en nuestra historia.

Por qué? Porque descubrimos en Enrique Alfaro, Lorena Martínez, Clemente Castañeda y algunos otros y otras el legítimo interés de trabajar por los demás y hacer bien las cosas. Pronto nos vimos involucrados en proyectos de gobierno con visión integral y responsabilidad social. Creímos en las personas, le apostamos al proyecto.

En los últimos dos años, además de nuestras responsabilidades formales, decidimos trabajar, desde la plataforma de Movimiento Ciudadano (un partido abierto a las iniciativas ciudadanas como la mía, porque cabe aclarar que soy simpatizante del partido pero nunca me he afiliado a él) en el Distrito 4 de Zapopan, un distrito que marcado por los contrastes asimétricos de la desigualdad, poniendo nuestra experiencia en el desarrollo comunitario para acercarnos a varias de sus colonias con un profundo estado de marginación.

Creo que para un defensor/a de derechos humanos siempre queda, al hacer un recuento, la impresión de que se pudo haber hecho más. En estos días, situada frente a mi historia de vida, pendiente, preocupada e indignada por lo que ocurre en México,  activa como soy en tanta causa que no elegimos pero que nos ha sido impuesta dadas las condiciones de desigualdad e injusticia, tomé la decisión de participar activamente en el siguiente proceso electoral buscando un cargo de elección popular. Me he registrado como precandidata a regidora en el proyecto que encabeza Pablo Lemus en Zapopan.

Muchos de ustedes, amigos, han comentado en sus redes sociales, incluso en mi muro que la opción es no votar porque todos los políticos son iguales. Respeto mucho esa postura pero no la comparto. Si bien la evidencia política que sustenta el boicot electoral o el voto nulo es abrumadora, lo cierto es que estas iniciativas no fructificarán. Déjenme que explique por qué.

Como decía, hace un par de años que trabajo en colonias como Villa de Guadalupe, Mesa Colorada, la Coronilla y otras del Distrito 4 en Zapopan, y que no son muy distintas a la mayoría del país. Me he topado de frente con el resultado de años de erosión de cualquier manifestación cívica para favorecer el clientelismo a favor del partido que sirve como escafandra a quienes han estafado la historia para mantenerse en el poder; que han logrado, a pesar del alarmante abandono que las personas en estas colonias sufren por parte del gobierno en todos sus niveles, y su irresponsabilidad, que la gente siga votando por ellos.  No es coincidencia que sea precisamente en esta zona de Zapopan, donde el PRI no haya perdido jamás una elección, federal, estatal o municipal, siempre ganan alguna.

Convenientemente, los ciudadanos no conocen la carga histórica que conlleva su derecho a votar, el valor y las consecuencias del voto y la importancia de la participación. Además, los tiempos electorales se vuelven su verano: fluyen las despensas, los trabajos temporales, los programas sociales se amplían  y aparece una que otra máquina para empedrar alguna cuadra del distrito, este distrito de Zapopan en el que el 70% de sus calles son terracería. Es muy triste pero en México hay sed de justicia pero hay mucha más hambre. Hace falta mucho más que redes sociales para llevar la reflexión política hasta aquí. Por lo tanto, en las siguientes elecciones, este voto asegurará la aplastante mayoría del PRI, sí, justo lo que queremos combatir.

Sí, comparto que el sistema de partidos es un sistema perverso que inhibe la participación ciudadana en asuntos de carácter público, pero para que exista la posibilidad de la participación, primero necesitamos construir ciudadanía. Porque considero que el problema al que nos enfrentamos no es, solamente, la compra de votos a través de despensas y programas sociales, nos enfrentamos a la necesidad de la venta de voto, de miles y miles de familias que saben que en los tiempos electorales van a aligerar la carga de llevar comida a su mesa. El voto como una mercancía a negociar entre quien lo emite y quien lo pide.

Yo haré lo que en conciencia me parece pertinente. La dolorosa injusticia la conozco de cerca. Para mí, tiene rostro, nombre y apellido. No veo otra forma de abordar la situación del país, no veo otra forma de no perder la esperanza que no sea actuando con responsabilidad y seriedad. La gente de este país necesita tanto, que tenemos que comenzar en hacer gobiernos en los cuales se pueda confiar. Si los ciudadanos no podemos con esa responsabilidad no veo quien lo haga.

Hay muchos ciudadanos que tienen la experiencia, la formación y la autoridad moral para encabezar no sólo proyectos políticos pero sobre todo encabezar una administración pública, es decir, además de buenos candidatos, buenos gobernantes. En eso coincido con la plataforma de Movimiento Ciudadano Jalisco, que más que ser un partido de ideologías tiene  una idea muy clara de cómo debe gobernarse y se ha demostrado. Sin duda se han cometido errores, su existencia ha sido corta, pero también han aprendido y experimentado, y lo que les falta. Hasta hoy le han puesto empeño, profesionalismo, entrega, coraje, principios y congruencia. Habrá retos por delante, defender y abrir la posibilidad de integrar a ciudadanos en candidaturas no es sólo un acto de congruencia y de principios, también es de valor, porque esta apertura implica la apuesta a que seamos los ciudadanos quienes asumamos la responsabilidad del ejercicio de gobierno. De ese tamaño es el reto que tiene por delante Movimiento Ciudadano. La base de su legitimidad se construye día a día con esa apuesta.

Y así, me anima coincidir en esta ruta con Pablo Lemus, candidato a la presidencia municipal de Zapopan por Movimiento Ciudadano. Aunque sabía de su trayectoria,  no hace mucho que lo conozco personalmente, pero estoy convencida de que se trata de un hombre inteligente, sensible, honorable y con ganas de hacer la diferencia.

Creo que puedo aportar a un gobierno municipal. Creo que puedo poner 20 años de experiencia en el campo social al servicio de un ejercicio público de representación popular. Por lo que he creído y defendido estos 20 años, creo en mi capacidad, experiencia y legitimidad para ocupar uno de los espacios ganados por y para las mujeres y así inspirar a otras a participar de la vida política de su comunidad. Creo en hacer valer mi derecho a ejercer mi voto consciente y reflexionado,  y en esta ocasión, creo en ejercer mi legítimo derecho a ser votada.

Espero que estas elecciones sean más de personas y no de partidos. También espero que estas letras signifiquen un aporte a su propia reflexión sobre el valor de ejercer su voto (o no) pero sobre todo al valor de la participación de cada uno de nosotros en la construcción democrática de nuestras comunidades.


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